30 Μαΐου 2008

Ο ΔΕΜΕΝΟΣ ΩΜΟΣ

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El hombro vendado
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Dijo haberse golpeado contra una pared o haberse caído.
Pero quizá fuera otra la causa
de su hombro herido y vendado.

Por un movimiento un tanto brusco,
al bajar de una repisa
unas fotos que quería mirar,
se soltó la venda y brotó un poco de sangre.

Le volví a vendar el hombro y despacio
le hice la cura porque no sufriera,
me agradó ver su sagre. Aquella
sagre era parte de mi amor.

Cuando se marchó, hallé en la silla
un jirón de la venda, ensangrentado,
un jirón para echarlo a la basura sin más;
y que yo me llevé a los labios,
y que retuve por un buen rato –
sangre del amor en mis labios.

Constantino Cavafis / Grecia
(trad.: Pedro Bádenas de la Peña)

25 Μαΐου 2008

ΓΙΑ ΤΟΝ ΚΑΒΑΦΗ ΚΑΙ ΤΗΝ ΟΜΟΕΡΩΤΙΚΗ ΠΟΙΗΣΗ

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Harold Alvarado Tenorio: Terminemos entonces hablando de Kafavis …
Guillermo Cabrera Infante: Para mí Kafavis es hasta ahora, y faltan todavía veinte años, el más grande poeta del siglo. Sin nada de todas esas citas de Eliot, a escondidas o después, hechas explícitas al final, nada de toda esa serie de trucos malos de Ezra Pound, y así podíamos seguir revisando poetas más o menos importantes que en realidad no lo son, lo son simplemente porque los ha impuesto la cultura anglosajona, pero no porque sean realmente poetas importantes. Además yo te diría a ti que yo detecto un gran tufo de fraude de Ezra Pound, y Kavafis, por ejemplo, es un poeta que yo me imagino que será un poeta aún más extraordinario en griego, pero es un poeta que vence las traducciones, yo he leído en inglés, lo he leído en español -déjame decirte que hay una traducción lamentablemente no continuada, del escritor catalán Joan Ferrate al español que es mucho mejor inclusive que la traducción de la señorita Dalven al inglés y que incluso Kavafis alcanzó a aprobar personalmente-. Entonces hay una especie de abismo que se salva por el puente de la poesía entre Kavafis y la mayor parte de los lectores que es su homosexualidad, la condición verdaderamente declarada de homosexual del autor es decir, no hay nada de los disfraces de otros escritores. Yo quisiera, ojalá que hubiera una verdadera influencia de Kavafis en La Habana para un infante difunto, porque ése si que yo creo es el poeta de Alejandría y que Durell es el falso cronista de Alejandría.
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Harold Alvarado Tenorio: Antes de hablar de su poesía, permítame preguntarle por Kavafis y Cernuda…
Francisco Brines: A Kavafis lo conocí en las mismas pruebas de las versiones que José Ángel Valente hizo para Revista de Occidente en 1963. El me dio una copia de ellas y cuando fui a devolvérselas me preguntó qué me habían parecido y yo le dije que eran algunos de sus mejores poemas. Luego leí las que hizo Carles Riva, que excluye los poemas homosexuales. Kavafis, desde su verdad individual rompe con la poesía occidental, tan marcada por la religión, haciendo una poesía pagana que habla con naturalidad de la vida misma. A Cernuda lo descubrí en una de esas antologías de antes, la de Alfonso Moreno. Luego, en la librería Abril de Madrid, que tenía libros prohibidos encontré un ejemplar de Como quien espera el alba. Sólo después de haber leído Historial de un libro fue que leí La realidad y el deseo. El Cernuda poeta que más me interesa es el de después de la guerra civil. Cernuda ha influido mucho porque es la primera poesía cívica donde la estructura colectiva surge de una postura personal. La fuerte influencia de estos dos poetas en nuestro tiempo tiene mucho que ver con el peculiar erotismo que informa sus obras. El hecho de develar con franqueza su condición homosexual les ha hecho muy atractivos, porque al ser confesionales y dar testimonio de unos impulsos y deseos totalmente inaceptables para las sociedades de su tiempo, los hacía diferentes, dignos del futuro. No olvide que la homosexualidad ha sido el tabú más inconmovible y escarnecido de nuestras sociedades. Y aun cuando no lo crea, lo es aún. Kavafis y Cernuda no sólo defendían, sino que llegaban a la exaltación de la homosexualidad apoyados en la mágica calidad de sus versos. Esta posición significaba un ataque frontal al centro más sensible de la moral convenida, y de ahí la importancia tan relevante de los mismos, pues se hacen símbolos de la oposición a una moral históricamente caduca y, por ello, injusta. Pero no es el erotismo el valor principal de sus obras. Muy pocos poetas han dado a la emoción temporal tal intensidad como ellos sirviéndose de sus experiencias personales. Kavafis y Cernuda se presentan ante nosotros con la misma fatalidad y necesidad de las personas que la vida hace que se encuentren con las nuestras.
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Harold Alvarado Tenorio: ¿ Es el amor homosexual una expresión de lo que occidente conoce como amor entre dos de distinto sexo, o acaso es otra forma de amar, más abierta y menos tiránica que aquella?
Luís Antonio de Villena: Por supuesto es una forma de amor a la que sus casi siempre adversas circunstancias históricas, han podido aureolar de singularidad y romanticismo. En tanto amor a secas, posiblemente se diferencia poco de la heterosexualidad. Un ser atrae y pide fervor de otro. Es en cuanto sexo - y quizá sensibilidad amorosa- cuando empiezan las diferencias. El amor homosexual es distinto vivencial y culturalmente al heterosexual, por si mismo y por su aludida historia. El amor homosexual es fruto de largas prohibiciones y persecuciones brutales, nada de ello puede ser olvidado... Claro que todo lo marginal -lo sabemos- concluye mágica y dramáticamente siendo más libre, a veces, más puro...
(...) La poesía es el género o el modo literario donde la homosexualidad se ha refugiado mejor al ser perseguida. La concentración y peculiaridad del lenguaje lírico lo permitía. Si la homosexualidad es libre, la poesía es una forma más de expresión, aunque a mi entender entre las más bellas. Hemos de conseguir que perdure esa belleza homoerótica, incluso si empezara a ser habitual su uso.
(www.arquitrave.com)

20 Μαΐου 2008

ΕΡΩΤΑΣ ΔΙΧΩΣ ΟΝΟΜΑ

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Yannis Tsarouchis

Amor Sin Nombre

Amor sin nombre, ámbito destino
de ser y de no estar. Tu pronto asedio
sostiene mi dolor y anula el tedio
de copa exhausta o apretado vino.

En un alto silencio, un aquilino
palmo azul de silencio, vivo. En medio
de la infausta paciencia de tu asedio
abro las jaulas y desbordo el trino.

Por ti cuelgo coronas en los muros;
por ti soy más fugaz y en los maduros
soñares aligero tus canciones.

Y te llevo en mi ser y has recogido
la actitud que en Florencias o Bizancios
consagra sus palomas al olvido.

Carlos Pellicer/ Μéxico

15 Μαΐου 2008

Ο ΙΟΥΣΤΙΝΙΑΝΟΣ ΚΑΙ ΟΙ ΝΟΜΟΙ ΚΑΤΑ ΤΗΣ ΣΟΔΟΜΙΑΣ

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Justiniano I.
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Justiniano I
Emperador de Bizancio. En el año 533 de nuestra era, Justiniano introdujo en la legislación penas contra las prácticas de sodomía equiparables a las que existían por adulterio: castración y muerte en la hoguera. En los años 538 y 544, nuevas leyes exhortaban a quienes cometían dichos pecados a la contricción y la penitencia. La justificación de la entrada de la homofobia explícita en el código civil cristiano consistía en la supuesta relación entre el pecado y las catástofes naturales. En el texto de la ley se especificaba que ésta era especialmente necesaria “en estos tiempos, en que hemos provocado Su ira con nuestros pecados... Ya que por crímenes así sufrimos hambrunas, terremotos y plagas”. Como cuenta Procopio, el historiador de la corte del emperador, fueron leyes impopulares, y las motivaciones, lejos de ser religiosas, fueron políticas: las acusaciones por sodomía, a menudo difíciles de probar, resultaban ideales para eliminar a personas no desadas. De hecho, la ley que condenaba la sodomía fue preperada por Tribonio, un pagano. Para Boswell, se trata de un gesto que no refleja las creencias sobre la homosexualidad que predominaban en la época. En The Construction Homosexuality, David G. Greenberg discrepa y señala que la introducción es contemporánea al incremento de actitudes intolerantes al respecto.
Alberto Mira

10 Μαΐου 2008

ΑΧΙΛΛΕΑΣ ΚΑΙ ΠΑΤΡΟΚΛΟΣ

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Aquiles vendando a Patroclo, kílix de figuras rojas, v. 500 adC, Staatliche Museen (Berlín)
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Patroclo y Aquiles
La primera aparición registrada de una unión emocional profunda entre hombres antiguos en la antigua cultura griega fue en La Ilíada (800 adC). Aunque Homero no describe explícitamente la relación entre Aquiles y Patroclo como sexual, al inicio de la antigüedad clásica (480 adC) los dos héroes fueron interpretados como iconos pederásticos. Al sentirse los antiguos griegos incómodos con cualquier percepción de Aquiles y Patroclo como adultos en igualdad de condiciones, trataron de establecer una clara diferencia de edad entre ambos. Había desacuerdo en cuanto a quién ejercía de éraste y quién de erómeno, ya que la tradición homérica sugería que Patroclo era mayor pero Aquiles el dominante. Otras opiniones de la antigüedad eran que Aquiles y Patroclo eran simplemente muy buenos amigos.
El orador ateniense Esquines, en su Contra Timarco,8 declara lo siguiente:
Aunque Homero alude numerosas veces a Patroclo y a Aquiles, pasa silenciosamente sobre su deseo (ἔρως) y evita señalar su amor (φιλία), al considerar que la intensidad de su afecto (εὔνοια) estaba clara para los lectores cultivados. Aquiles declara en algún lugar (...) que, involuntariamente, ha infringido la promesa hecha a Menecio, padre de Patroclo, pues le había asegurado que lo traería de vuelta a Opus sano y salvo si Menecio se lo confiaba y lo enviaba a Troya con él.
En efecto, para muchos griegos, la desmesurada emoción que muestra Aquiles tras la muerte de Patroclo, así como su exaltación en la venganza, no dejan ninguna duda sobre la naturaleza de sus relaciones. Las reservas de Homero se interpretaron como un signo de discreción. Esquilo desarrolla este tema en su tragedia perdida Los Mirmidones, en la que representa sin rodeos a Aquiles llorando sobre el cuerpo de su amigo mientras alaba la belleza de sus caderas y añora sus besos. Tanto en Esquilo como en Esquines, Aquiles es el éraste y Patroclo el erómeno. Fedro por su parte afirma que Homero enfatizó la belleza de Aquiles, lo que lo definiría a él, y no a Patroclo, como erómeno.
Es posible poner en duda dicha versión si se parte del detalle de la barba: Patroclo la lleva, mientras que Aquiles carece de ella. De hecho, es posible pensar que Aquiles era el joven erómeno y Patroclo el éraste —de edad más avanzada—, más aún cuando la admiración provocada por el amor es la de Patroclo hacia Aquiles; hecho que corroboraría dicha idea. Lo que es por supuesto incontestable es que los dos hombres se quieren —amor o amistad— por igual.
Esto mismo es lo que expone Platón en El Banquete cuando hace decir a Fedro que: «Esquilo desvaría al afirmar que Aquiles era el amante de Patroclo, cuando era más hermoso no sólo que Patroclo, sino también que todos los héroes juntos, y aún no le había crecido la barba, por lo que era mucho más joven, según afirma Homero.» A pesar de este desacuerdo, tampoco Fedro tiene duda alguna sobre la relación entre Patroclo y Aquiles.
Posteriormente, sin embargo, la tradición se estabiliza en torno a la versión de Esquilo, en conformidad con el estatus social de los dos hombres. Así, Claudio Eliano, declara en su Varia Historia: «Alejandro puso una corona sobre la tumba de Aquiles y Hefestión sobre la de Patroclo, queriendo insinuar éste que él era el favorito de Alejandro de la misma manera que Patroclo lo era de Aquiles
La polémica de los antiguos sobre el papel de cada uno demuestra, según Bernard Sergent, que la relación Aquiles–Patroclo no está vinculada al modelo pederasta; se trataba simplemente de una relación entre jóvenes de la misma generación.
(www.wikipedia.com)

5 Μαΐου 2008

ΓΑΜΟΙ ΟΜΟΦΥΛΩΝ

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JOHN BOSWELL: Las bodas de la semejanza (Muchnik / Madrid 1996)
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John Boswell (1947-1994) fue un notable historiador norteamericano, profesor en Yale, que al reconocer su condición de homosexual, decidió dedicar sus estudios a aclarar, dignificar y elucidar los problemas de un tema -el homoerotismo- tantos siglos preterido y manchado.
Su primer libro notable, Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad (1980) fue un auténtico hito por la profundidad y rigor de su investigación y por la tesis que allí documentaba: En los primeros siglos de su existencia el cristianismo no fue esa máquina homófoba que es hoy el catolicismo. El amor entre iguales era tolerado cuando no fomentado.
Su último libro, Las bodas de la semejanza (acertadísima traducción del muy técnico título Same-sex unions in premodern Europe) continúa y afina la tesis del libro antes citado. Partiendo de un minucioso estudio de fuentes y autores, y tras demorarse delicadísimamente en los significados históricos de términos como amor, amistad, hermandad y matrimonio, Boswell concluye que en la Antigüedad Greco-romana y en los primeros tiempos del cristianismo (que tomó muchos préstamos de aquel mundo pagano) existieron bodas entre personas del mismo sexo, especialmente hombres. ¿Bodas? Un matrimonio no significaba lo mismo entonces que ahora, pero ciertamente, hasta el año 1000, proliferaron en la Europa occidental y en el Imperio bizantino griego, unas ceremonias -que tenían sus peculiares oraciones, recogidas en los eucologios cristianos de la época- en las que dos personas del mismo sexo se unían por propia voluntad, para amarse y respetarse y eran bendecidas por un sacerdote. Esta ceremonia se llamaba, en griego, Adelphopoiesis, que aunque puede ser traducido como ceremonia de hermanación, tal «hermandad» era amistosa y erótica, y no consanguínea ni comercial.
Naturalmente los cristianos no apoyaban la flagrante homosexualidad romana (tema prácticamente libre) ni las bodas de emperadores, como Nerón o Heliogábalo, que se casaron -entre sus varios matrimonios- con otros hombres. Esta boda cristiana, tendía probablemente a una cierta castidad -el cristianismo tuvo y tiene una pertinaz manía por el celibato- pero dejaba claro un amor sensual entre personas del mismo sexo, siguiendo el modelo de díadas de santos y santas primitivos que hoy hemos casi olvidado: san Sergio y san Baco, amigos y mártires. O santa Perpetua y santa Felícitas, amigas de igual intimidad.
Las bodas de la semejanza es un estupendo libro de Historia y de moral, pero nada más lejos de un libro divulgativo. John Boswell hizo un libro ameno pero muy riguroso -lleno de citas, notas y referencias clásicas- que puede ser demasiado «duro» para quienes no estén muy interesados o versados en el mundo clásico o en la antigüedad cristiana. Un gran libro moroso y detallado, que deja una pregunta en el aire: ¿Por qué, sobre todo a partir del siglo XIII, la Iglesia se volvió rigorista, formalista y brutalmente homosexual, cuando no había sido así desde el principio?
Boswell solía decir -con cierta paradoja- que el paraíso gay no estaba en la Atenas de Pericles ni en la Tebas del Batallón Sagrado (batallón de amantes masculinos) sino en el Renacimiento del siglo XII, cuando a la par que cundía el culto a la Virgen y el amor trovadoresco, el homoerótico podía ocurrir, en monasterios y entre clérigos. Ahora sabemos también que antes de esa tolerancia hubo uniones de igual sexo muy similares a las bodas heterosexuales. Puesto que el sacerdote -todavía hoy- no hace la boda, sino que la santifica, ya que la unión se produce por la sola voluntad de los contrayentes. Reflexionar, ahora.
LUIS ANTONIO DE VILLENA
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