11 Αυγούστου 2012

ΘΕΟΚΡΙΤΟΣ 3

Delmas Howe (EEUU): Hilas y Heracles

La tumba de Diocles nos evoca uno de los temas clave no sólo de la literatura griega, sino de toda la poesía amorosa: el paso del tiempo y la inevitabilidad de la muerte. Como dice uno de los personajes de Teócrito al recalcitrante joven que corteja (XXIX):
Por tus suaves labios, te pido que recuerdes
que eras más joven hace doce meses:
antes de que un hombre pueda escupir, estamos viejos y arrugados.
Este pesimismo melancólico alterna con el alegremente resignado carpe diem. Ya que la muerte es inevitable y que ha de ocurrir antes de lo que pensamos, el amor es todavía más necesario y urgente. Lejos de ofrecer una visión trivial, idealizada, del amor, en un mundo perfecto inexistente, la poesía de Teócrito puede, sin previo aviso, herir al lector desprevenido con un rayo momentáneo de reflexión depresiva. Quizá la mejor manera de resumir la fundamental actitud de Teócrito con respeto al amor, una vez que hemos admirado la belleza y puesto aparte su contexto pastoril, sea citar dos versos del Idilio XXX:
Pero el enamorado se alimenta sólo de recuerdos,
mientras que el deseo le consume hasta los huesos.
Esta imagen del amor como una enfermedad devastadora o incluso como podredumbre post mortem, lejos de parecer inapropiada para el tono exultantemente erótico de tantos poemas de Teócrito, sirve para confirmar y subrayar ese aire de pesimismo melancólico mencionado. La vida es más hermosa todavía si pensamos en cómo termina. Se trata de un mundo en el que, a pesar de que las uvas abundan en la vid y el vino nunca falta, a pesar de que los cuerpos de los muchachos y muchachas que cuidan sus rebaños en fértiles campos son siempre esbeltos y hermosos, “las uvas se secan; las rosas se marchitan y mueren” (XXVII). La muerte puede aparecer en cualquier momento –y ningún momento es bueno para la visita- para repetir su eterna amenaza: Et in Arcadia ego.
Y así, Teócrito, el más radiante y lúcido de los poetas eróticos, es también el primero de los grandes elegíacos. Su descripción de la muerte de Hilas y del subsiguiente duelo de Heracles (XIII) es mucho más conmovedoramente erótica que la fría narración que de los mismos sucesos hace Apolonio en La Argonáutica.

Gregory Woods: Historia de la Literatura Gay (Akal, 2001)

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